Dos cuerpos reales conversan entre sí y con dos muñecos de tela. Los dos muñecos tienen las mismas proporciones y el mismo tamaño de los performers.

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La obra tiene que ver con la (in)comunicación, con el absurdo y con los disparates que se originan de no poder comunicarnos, pero llevados a un extremo deliberadamente inverosímil. 

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El lenguaje corporal es de movimientos mínimos. Planteamos posibles connotaciones absurdas que dialoguen con tales posturas, pero no fársicas ni grotescas.

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El resultado actual es una especie de collage. Nos interesan los cortes y la discontinuidad que resulta de eso, porque esta obra no es lineal. Queremos poner en evidencia que el cuerpo humano también puede ser una especie de objeto (pero en un tono amable, no cosificador).

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Varias escenas de la obra han sido exitosas entre niños de entre 1 y 4 años de edad, así como entre adultos.